Frankie amaba la música, la sentía, y era una persona imaginativa y pionera. Hoy vamos a ver cómo introdujo una novedad en el Lindy Hop que caló hondo, y que también ha perdurado hasta nuestros días: el slow motion, o lo que es lo mismo, a cámara lenta.
El Slow Motion consiste, como su nombre indica, en bailar una serie de ochos a cámara lenta. Cuenta Frankie que se inspiró en un espectáculo con luces estroboscópicas que había visto en el Teatro Apollo. Al igual que para diseñar nuevos air steps asistía con su amigo George Greenidge a espectáculos de malabaristas en el mítico teatro de Harlem, el efecto de cámara lenta que producen las luces estroboscópicas le dio la idea del slow motion.
Extracto de un Harvest Moon Ball donde se puede apreciar a varias parejas haciendo el slow motion. Aquí podéis ver el vídeo completo, cortesía de Sharon Davis (Thanks!).
La primera vez que Frankie hizo el slow motion en público fue en una final de una competición, precisamente en el Teatro Apollo, donde se daba la peculiaridad de que podían participar blancos y afroamericanos juntos. En aquella ocasión, las preliminares para estos últimos se desarrollaron en el Savoy Ballroom, y las de blancos en el Roseland Ballroom, y la final se compitió en el Apollo.
Frankie se enfrentó entonces a un rival excelente: su gran amigo Harry Rosenberg. También miembro de los Whitey’s Lindy Hoppers, Harry era, en palabras del propio Frankie, uno de los mejores bailarines que ha pisado el Savoy. Y era blanco, siendo una muestra más de que en el Savoy Ballroom, y también en los Whitey’s Lindy Hoppers de Herbert White, se llevaba a rajatabla la política de no discriminación racial.
Harry Rosenberg fue miembro de los Whitey’s Lindy Hoppers junto a su pareja, la también blanca Ruthie Rheingold. Harry y Frankie eran muy amigos, y según éste último, Harry era capaz de imitar exactamente todos los movimientos de Frankie. Por eso, en la final de aquella noche en el Apollo, el resultado fue realmente incierto hasta el final. Movimiento que Frankie sacaba, movimiento que Harry ejecutaba a la perfección, haciendo ambos las delicias del público, pero haciendo imposible discernir un ganador, que se decidía por aplausómetro.
Ruthie Rheingold en el documental «Never Stop Swinging». Personalmente, se me pone la piel de gallina con su reacción cuando le preguntan por la música en el Savoy. Os recomiendo muchísimo ver el documental entero.
Cuenta Frankie que, ya en la cuarta ronda, la segunda de desempate que tuvieron que bailar, él se sacó de la manga una idea en la que había estado trabajando en los días anteriores en el Savoy, pero que no había compartido con nadie, aparte de con su pareja de baile. En su última actuación, Frankie empezó a hacer swing outs como un loco al ritmo frenético de la música, y en un momento dado, empezaron a hacer slow motion, durante 16 compases, para terminar volviendo a bailar a toda velocidad. En ese momento se decidió el duelo: el Apollo se vino abajo y los aplausos atronadores dejaron claro que Frankie había ganado a su amigo. Harry, después del concurso, se le acercó y le dijo cariñosamente: «perraco (en inglés, you dirty dog), ese movimiento no me lo enseñaste nunca». Y cuenta Frankie que pensó «si, ¡menos mal que no!».
A partir de ese momento, el slow motion pasó a ser un paso más del repertorio del Lindy Hop (como se puede ver en el vídeo del Harvest Moon Ball de más arriba), y ha llegado hasta nuestros días, donde se suele hacer al final del Shim Sham, en la parte en que se está bailando ya Lindy Hop, cuando lo dice el maestro de ceremonias o algún miembro de la banda que esté tocando.
Y hasta aquí este capítulo de #YoMeQuedoEnHarlem. Como siempre, espero que os haya gustado, y nos vemos en el próximo. ¡Seguid bailando y mucho ánimo!